Equivale a la decisión casi política de no leer nunca más la contratapa de un libro. Solo así -sin gacetillas de por medio- se llega al arte libre y virgen de prejuicios. ¿Cuántas personas de este público que este viernes (y que bien podrían regresar el próximo) están sentadas en la sala del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) saben de qué se trata "Titeres porno"? El título, como el de esta pieza, podría no decir demasiado.
Pero no es el caso. A los dos minutos, un patrón de estancia de goma espuma le arranca la carcajada al público y un par de orgasmos a su criada, también de goma espuma. A los diez minutos Robin cumple su sueño de salvar a Batman y consumar de una vez por todas lo que insinuaban desde 1960. El resto, véalo, porque "Títeres porno" son 50 minutos de sexo explícito entre muñecos. Al principio, cuesta decidirse entre fijar la vista en los muñecones o seguir a los actores del grupo "69 a la cabeza", que le dan vida a las criaturas. Concentrarse en el muñeco funciona al principio para no dispersarse. Al final, el espectador se encuentra siguiendo aleatoriamente a unos y a otros. La mayoría de los chistes y de las situaciones son "fáciles", pero no por eso menos efectivas.
Cuando termina la obra parte del público -al menos- se queda pensando en cuándo había sido la última vez que habían visto títeres en escena. No lo saben, como posiblemente ignoran que hace años que Buenos Aires tiene un Festival de Títeres para Adultos (también en el CELCIT). ¿Por qué -se preguntan los mismos- se renuncia ya en la preadolescencia a ese maravilloso mundo con el que es tan sencillo hablarle a un chico y romper los tabúes de los mayores? Porque no verá usted en el teatro convencional, en cine o en televisión escenas de amor homosexual como las de estos muñecos insaciables y tan parecidos en los gestos al público que interpela, ese que no atina más que a reirse; porque es gracioso y porque vaya a saber en qué piensa.
El mismo público tal vez supone ahora que los títeres, igual que los juguetes, también son patrimonio de los adultos. Si nadie discute que los libros, aún los más serios, también son propiedad de los más chicos.
• Guido Carelli Lynch | Revista Ñ | 2010-09-06
Fuente: http://www.celcit.org.ar/noticias_3524_titeres.pornograficos.y.juguetes.para.adultos.html
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