viernes, 30 de mayo de 2025

Carola Reyna: “El miedo siempre es el máximo enemigo”

 

La actriz llega a la Ciudad el domingo con “Okasan”, donde interpreta a una madre que busca su destino luego de que su hijo se va a vivir a Japón

Pedro Garay
30 de mayo de 2025

Carola Reyna cuenta que un verano una amiga le pasó un libro. Reyna tiene a su hijo viviendo afuera y su amiga le contó que había leído un libro sobre una madre que viaja a visitar a su hijo en Japón, y no podía parar de pensar en Carola, en su hijo, en los relatos de sus encuentros, en el exterior, en el país. “Me dijo: ‘No sé si estoy loca, pero yo me imagino que esta obra podría ser un unipersonal esto por vos’”, cuenta Reyna, en diálogo con EL DIA. Era el principio de “Okasan”, la obra de teatro que, en su tercera temporada, llegará a La Plata el domingo.

El unipersonal, el primero que Reyna protagoniza, que dirige Paula Herrera Nóbile y que se verá en el Coliseo Podestá, parte de “Okasan: diario de viaje de una madre”, de Mori Ponsowy, novela biográfica que, dice la actriz, “francamente, me habló. Me sentí como Alicia en el país, fue como un flechazo al corazón. Y supe que era lo que quería contar”.

La novela, y la obra, siguen a la “okasan” del título en su primer viaje a Japón, para visitar a su hijo: en medio de esa cultura tan bella y extraña descubre que su hijo es parte de ese paisaje nuevo y desconocido, y el viaje se convierte en la aventura de encontrar quién será ella a partir de ahora.

“Un cuento que abarca tantas cosas: la maternidad, la distancia, los vínculos, el control en lugar del amor, el paso del tiempo”, dice Reyna sobre los temas que atraviesa la obra y la atravesaron a ella en aquella primera lectura. “Una es madre, pero no es no es igual ser madre de un hijo chiquito, de un hijo adolescente, de un hijo grande, ni es lo mismo ser hija de una madre joven, o de una madre vieja: todo va cambiando, dentro de la misma vida pasan mil vidas”.

Así que Reyna contactó a la autora, consiguieron los derechos y enfrentaron con Herrera Nóbile, que al parecer adora todo lo relacionado a Japón, una adaptación donde “nos dimos todos los gustos, jugamos con los elementos, con los materiales, nos gustaba que hubiera papel, nos gustaba que hubiera piedras, que hubiera agua, que hubiera madera, todo lo que habría en Japón. Fue un viaje divino: empezamos por seis sábados y seguimos hasta ahora”.

- La novela te interpeló por esta conexión entre la protagonista y vos, ambas con hijos en el exterior, pero es una obra mucho más amplia.

 Es una historia que tiene que ver con la maternidad, donde Japón sirve de excusa, una excusa hermosa porque teatralmente ir a Japón es divino. Pero Japón puede ser la casa de los padres de los nietos, la casa de tu hija. Japón puede ser para un chico que vive en el interior venir a vivir a una pensión cerca del Obelisco: es un lugar donde se puede ir un vínculo, de golpe las cosas cambian y uno se siente perdido, como en Japón, sin entender el idioma, sin saber cómo manejarme. La obra trasciende el tema de la maternidad. Y además, aunque no seas madre, todos somos o fuimos hijos o hijas. Todos nos fuimos de casa en algún momento, sin pensar en lo que le sucede al que deja, cuando uno se muda hay una sensación de alegría, de triunfo. Pero los padres hacen un cambio de piel, quedan desnudos, frágiles. Quedan pensando, ¿y ahora? ¿Qué hacemos? ¿Cómo funciona ese vínculo en el día a día? Cuando el otro se independiza, ¿podemos nosotros también independizarnos? A uno le pasa a veces hasta con una pareja, con amigos, uno quiere poseer al amigo, se pone celoso si el amigo hizo un asado y no lo invitó…. Los vínculos están llenos de rollos, no es tan sencillo como decir “dale, sé libre, hacé lo que quieras y yo te quiero.” Y de eso se trata este viaje a Japón.

- ¿Y cómo es hacer un unipersonal, estar sola en el escenario con una obra con estos temas?

- Es toda una experiencia, nuevísima para mí. Celebro haberme atrevido, porque no era una meta, no es que estaba esperando hacer un unipersonal. Apareció esta obra que, bueno, como te digo, me convocó. Y qué suerte que dije que sí: uno por ahí le teme a estos desafíos, estas cosas que no hizo antes, y la verdad el miedo siempre es el enemigo, siempre. Siempre el miedo se pone un disfraz, una capa, un sombrero, pero es siempre el mismo miedo, y te parece que es el máximo enemigo. Hay que batallar contra los miedos, a veces racionales, otras irracionales. Entonces, bienvenido hacer algo que merece ser atravesado y salir airoso, haberse atrevido, porque también es parte de esto que decía, de los espacios de libertad o los espacios de de dependencia: se fueron los chicos, murió mi mamá, que se murió justo en 2021, cuando leí la obra. ¿Y ahora qué hago con este tiempo? ¿Me hundo en la nostalgia o aprovecho para hacer cosas que a mí me den libertad? Eso lo mantiene a uno joven, deseoso: te estás moviendo. Cuando murió mi mamá, salimos con Boy (Olmi, su pareja), en motorhome hacia Mendoza, yo tenía esa fantasía del motorhome, y todavía estábamos saliendo de la pandemia… Y sentí: ¿qué voy a esperar? ¿Que venga otro bicho y se cierre la ruta? Ese tiempo que tenía ahora que no podía cuidar más a mamá había que tomarlo, es como un regalo de la vida, también, la posibilidad de no dejar de lado esas cosas que fueron quedando pendientes. Porque siempre hay excusas, ¿no? Siempre hay excusas para encarar los pendientes, los miedos, pero plantean un desafío hermoso.

“‘Okasan’ es un cuento que abarca la maternidad, la distancia, los vínculos, el control en lugar del amor, el paso del tiempo”

- Hablabas de cómo en una vida hay mil vidas, muchos cambios, y ha cambiado justamente muchísimo la idea de maternidad en los últimos años. ¿Cómo es hacer una obra sobre la maternidad en estos tiempos de nuevas maternidades y de cambios constantes en ese sentido?

- Nosotras estábamos muy conscientes de que el tema estaba cambiando, y nos parecía bueno aportar para acompañar. Todo el tiempo, la obra se pregunta qué es ser madre. La obra, de hecho, es un viaje después del cual esta madre empieza a vivir su propio viaje: es un viaje iniciático, un viaje para poder empezar a vivir una nueva vida. En ese camino, hay algún momento de cierto encuentro con su propio cuerpo, con la mujer, con su propio erotismo, con su deseo: no es solo una madre, se da cuenta que no es solo una madre, rescata su propio cuerpo del rol de madre. Y está bueno poder hablar todo esto, porque no es fácil maternar, primero una es imprescindible, si no está detrás del alimento y el cuidado el chico se muere, pero después hay que aprender a hacerse invisible. Estar ahí, volando, pero que nadie te vea, con una una libélula. Está bien, está bien eso, pero no hay que subestimar el trabajo interno que hay que hacer para eso, parece que está mal decir que se extraña al otro. ¿Dónde meto eso? ¿Por qué tiene que estar mal visto decir que ‘hoy estoy medio triste porque me encantaría que toque el timbre y que abra la puerta mi hijo, porque no lo veo hace un año’. ¿Está mal? Porque a veces parece que está mal. Por eso creo que la obra tuvo tanto eco.

Fuente: EL DIA

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