lunes, 6 de junio de 2016

La Fiesta Nacional del Teatro, una experiencia movilizante - Tucumán 2016

Cuarenta muy buenos espectáculos llegados de todo el país fueron vistos por cerca de diez mil personas durante las diez jornadas de la muestra

PARA LA NACION
Verónica Pagés

"Algo de ruido hace" Gentileza Marga Fuentes

SAN MIGUEL DE TUCUMÁN.- Y terminó la fiesta. Con la presentación del espectáculo ADN, Algo De Nosotros, de la Compañía La Arena, que dirige Gerardo Hochman, anoche cerró la 31a Fiesta Nacional del Teatro, que se desarrolló en San Miguel de Tucumán.

Durante los 10 días que duró, 40 espectáculos -a lo largo de 58 funciones- llegados desde todas las provincias tomaron 14 salas de la capital tucumana para darle cuerpo a este encuentro teatral que se transforma, año a año, en una cita ineludible para los que quieren conocer lo que sucede en los distintos escenarios del país. Así, en esta oportunidad, diez mil personas se distribuyeron a lo largo de esta semana y media para colmar cada una de las salas, en cada una de las funciones que se ofrecieron. La demanda fue tal que, por caso, los espectáculos gratuitos, talleres y seminarios especiales agotaron localidades a poco de comenzar el reparto; y muy parecido fue lo que sucedió con las entradas pagas.

Es que hubo algo sinérgico en esta fiesta, en la que tanto los teatristas como el público, los expositores y los invitados especiales manifestaban la necesidad de encontrarse, compartir, conversar sobre la experiencia que sucedía arriba o abajo del escenario.

Fue notable lo que pasaba cada mañana en el punto de encuentro del festival, en el que los elencos que habían actuado el día anterior se reunían entre sí y con periodistas y críticos teatrales para compartir pareceres, en lo que se denominaba Espacio de Devoluciones. Volver a esta práctica -dejada de lado hace unos años por el Instituto Nacional del Teatro, organizador de la Fiesta- fue uno de los grandes hallazgos del encuentro. Las ganas y la necesidad de compartir experiencias resultaban muy enriquecedoras para todos los presentes, en especial para los elencos que, casi en su mayoría, se quedaron a ver la fiesta hasta el final.

La 31a Fiesta Nacional del Teatro se inició con la presentación de Tus excesos y mi corazón atrapados en la noche, del mendocino Manuel García Migani, y siguió con una secuencia casi imparable de propuestas en las que -en los primeros días- se distinguieron los espectáculos llegados de Córdoba (Bufón, de Luciano Delprato, y La verdad de los pies. Estudio equívoco sobre el comportamiento humano, de Jazmín Sequeira) y de la ciudad de Buenos Aires (La Pilarcita, de María Marull, y Todo piola, de Gustavo Tarrío).

Luego llegarían desde el Sur un par de joyitas, de esas que dan ganas de volver a ver. Una, Ensayo ruso, compendio de inquietudes, una investigación a partir de Pedido de mano, de Chejov, con dirección de Darío Levin. Un trabajo de una teatralidad apabullante en una sala tipo casa con patio y gallinas que parecía dar el marco perfecto para la obra; como si hubiese sido creada para ese espacio y no importada desde el mismísimo El Bolsón, de Río Negro. Tres actores para recordar cuentan esta historia pequeña y la vuelven más preciosa aún. Ellos son Leonardo García, Silvina Orlando y Guido Arena. La otra es La edad de la ciruela, de Arístides Vargas. El grupo neuquino Araca la Barda sumó al director mendocino Guillermo Troncoso para llevar adelante esta historia de mujeres que parecieran haber salido de las páginas de Cien años de soledad. El texto combina poesía y humor con una naturalidad pasmosa, y las talentosas Carolina Sancho y Lala Vega se hacen cargo de desandar todos esos personajes con sus bellas locuras.

De San Juan llegó Natacha Sáez y su grupo Lanotannegra Teatro para contarnos Galgo, la historia de un abandono, que bien podría ser de un perro, pero es el de una mujer. Lorena López es la actriz que pone mucho más que el cuerpo para narrar un dolor que se le vuelve desgarrador. El dispositivo escénico que crearon para hacerlo no sólo es muy original, sino absolutamente orgánico para lo que se quiera contar. No sólo se nota un muy buen trabajo de dirección y actuación, sino una gran investigación de lenguajes escénicos.

De Cuyo también llegó Algo de ruido hace, en la que la directora Valeria Portillo se pone al frente de la compañía mendocina Maktub para contar la historia que creó Romina Paula, pero esta vez ubicada en la montaña mendocina. Lo mejor, el vínculo seco, árido y violento entre los hermanos que componen Cristian Bucci y Joaquín De Lucía.

Hacia el final del encuentro volvió a ganar una ovación un espectáculo cordobés, Nazario, el gurí del monte, que, con dirección de María Laura Gallo, cuenta -para chicos- la historia de un niño nacido en el monte que aprende más de los animales que lo rodean que de sus padres. Poesía pura con una puesta cuidada y notable. Una belleza. Y de Rosario llegó -apabullante- Matías Martínez con Representación nocturna del Marqués de Sebregondi, inspirado en un relato de Osvaldo Lamborghini. Con una puesta manierista, narra la muerte de "El niño proletario".

Siempre es rica la experiencia de la diversidad, y eso es lo que ofreció esta fiesta, de la que uno se va mucho más nutrido de lo que llegó. No hay nada mejor que compartir con otros eso que a uno lo moviliza.

Fuente: LA NACION

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