Publicado el 13/12/2012
Producción Periodística: Juan Ignacio Crespo.
Cámara, Fotografía y Edición: Luis Belotti.
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La irrupción de León en el teatro de Buenos Aires fue en 1997 con Cachetazo de campo, donde dos actrices lloraban durante la hora entera que duraba la pieza y se les iban deslizando por la nariz mocos, que se mezclaban con las lágrimas, la saliva y las palabras que construían la historia, un trabajo de una potencia difícil de mensurar incluso ahora y que dirigió con tan sólo veintidós años. Luego vinieron Museo Miguel Angel Boezzio, un biodrama avant la lettre, Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack, donde una familia entera pasaba su tiempo dentro de una bañadera y el agua llegaba hasta los pies de los espectadores y también hasta algunas peligrosas instalaciones eléctricas. La adaptación de Dostoievski en El adolescente y la mezcla de lenguajes audiovisuales que fue Yo en el futuro continuaron una estética personal cruda, radical, de cuerpos en escena que revelaban su edad y ponían las convenciones teatrales en peligro: verdad, sustancias corporales, chispazos, vejez, juventud extrema.
A sus trabajos en el teatro, León incorporó a partir de 2001 una variante: la producción cinematográfica. Dirigió la película Todo juntos, un drama helado que protagonizaba con su novia Jimena Anganuzzi, en la que eran justamente una pareja joven separándose; luego el documental Estrellas, sobre la vida del manager de no actores en la villa 31 Julio Arrieta –fallecido en circunstancias extrañas el año pasado– y por último codirigió con Martín Rejtman Entrenamiento elemental para actores, una reflexión acerca del oficio del actor, centrada en cómo éste se manifiesta en la infancia, a través de un profesor loco que les daba unas clases endemoniadas y les exigía comportarse como “artistas en miniatura”.
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