21 FEB 2011 09:45h
ENTREVISTA CON NATALIA VERBEKE
Conocida en “El hijo de la novia” y “Apasionados”, la actriz porteña que está radicada en España pasó por la Berlinale, donde presentó su primer film en el cine francés. “No me llegan propuestas”, reclama.
Como una total desconocida, sola y con ganas de recorrer “aunque sea un cachito de Berlín”, caminaba la porteña Natalia Verbeke por las gélidas y zigzagueantes callecitas de Hackescher Markt, zona “bien” que combina bohemias ferias con paquetes restós, a cinco minutos de la referencial torre de Alexander Platz. Ante la requisitoria de La Razón, la actriz, que vino a presentar en la Berlinale el film “Las mujeres del sexto piso”, accedió sorprendida a una charla informal, capuccino “reparador” mediante. “Nunca pensé que me iba a reconocer alguien por aquí, menos un argentino”, dijo la estilizada y bonita Natalia, que se hizo conocida como “la novia de Ricardo Darín” en “El hijo de la novia”.
¿Por qué se te ve tan poco en el cine argentino?
_Bueno, estoy radicada en España y no he parado de trabajar allí. Pero tienes razón, yo quisiera estar más enganchada a mi país. Y, sinceramente, no me han llegado propuestas interesantes para trabajar. Pero ¡vamos!, Argentina es mi tierra, ¡quiero trabajar allí! (rezonga con simpatía).
Pero alguna oferta te llegó...
_Poca cosa. Tampoco la idea es embarcarme en cualquier proyecto, me gusta mantener una línea coherente de trabajo. Estuve todo enero en Buenos Aires y creo que nadie se enteró (sonríe con bigotes de capuchino).
Con un marcado acento castizo, Verbeke, de 35 años, llegó a la capital alemana, porque es la protagonista de la muy aplaudida comedia “Las mujeres...”, dirigida por Philippe Le Guay, marcando su debut en el cine francés.
¿Qué tiene que tener un proyecto para que te seduzca?
_Un guión debe movilizarme, generarme algún efecto corporal. No hace falta que sea un papel principal, pueden ser cinco minutos, pero deben resultar consistentes. No pido nada del otro mundo, historia y sensibilidad.
¿Creés que un film como éste puede resultar una carta de presentación para que sepan de tu existencia?
_Yo espero que sí. Así como logré cumplir el sueño de trabajar en Francia, hablando en francés, espero que resulte una película disparadora para tener un regreso al cine de Argentina, donde hay tan buenos directores.
Para una actriz de tu trayectoria internacional, ¿está mal golpear puertas? Decir: “Me interesaría hacer esto”. Comparaciones al margen, Natalia Oreiro lo hace.
_Yo nunca lo he hecho, no me saldría, no sabría qué hacer, cómo encarar una situación así. Yo vivo en España y allá no se estila. Imagínate (no se le despega el “tú” a la actriz nacida en Caballito), después de “El hijo de la novia” se sucedieron algunos films como “El método”, “Apasionados”, “El juego de la verdad”, pero fue España el país que me abrió las puertas.
¿Cómo es tu actualidad? Refrescale a aquellos que te conocen pero no saben de vos…
_Estoy viviendo en Madrid, en el barrio gay de Chueca, trabajando en una exitosa serie de televisión que se llama “Doctor Mateo” y que ya va por su cuarta y última temporada.
¿Estás cómoda en Madrid?
_Pues sí, vivo donde mi trabajo me lo demanda. Me encantaría tener una casa en Buenos Aires, no faltará mucho para eso.
¿Te sentís desterrada a nivel laboral?
_Quiero que me llamen más. Mi corazón está mucho allí, tengo familia.
Soñemos... ¿Con qué actor te gustaría trabajar?
_Con Ricardito (Darín) sería un placer, al igual que con Norma Aleandro: son monstruos. En España, admiro a Marisa Paredes, a Leonor Watling. Y, claro, me muero si llego a trabajar con Javier Bardem.
Trazando una raya a la suma de tus labores, ¿qué dirías?
_Nunca imaginé llegar hasta aquí y haber logrado tanto. De verdad. Yo soñé siempre con ser actriz, pero desconocía que tendría tanta suerte. Yo estaba satisfecha con subirme cada tanto a un escenario, pero ser tenida en cuenta, ser convocada, vivir de lo que amo, y en otro país, vaya que es demasiado.
No hay tiempo para más. Verbeke quiere dar la última vuelta por Berlín, porque en un par de horas tiene un vuelo a Madrid. Se despide muy amable y cariñosa, y enfatiza un pedido: “Por favor, pon que quiero que me llamen de Argentina”.
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