Empezó a actuar en Chiquititas, pasó por Rebelde Way, hizo de prostituta (desnudo incluido) en Doble Vida y hoy es una de las protagonistas de El Refugio, una nueva tira juvenil. Tiene 23 años, una belleza especial y va por más.
La abuela de Fernanda Neil siempre le contaba que cuando ella era chica (digamos unos cuatro o cinco años) y actuaba en los actos de fin de año de la academia de danzas, siempre la ponían atrás. Pero ella no se conformaba con ese lugar, y aunque “era una pulguita”, usaba todas sus fuerzas y el ancho de sus codos para abrirse paso y llegar adelante. “Ahora no lo hago”, dice la ex pulguita, que de eso ya no tiene nada, “pero antes lo hacía”. Y es verdad: la chica nacida en Santos Lugares hace 23 años hoy no anda a los codazos por la vida, y va hacia adelante con otros atributos. Como acaba de hacer este año en El Refugio, la tira que estrenó Canal 13 en enero y de la que es protagonista junto con su amiga Belén Scalella (Belu). ¿Y qué mejor que llegar al protagónico junto a la mejor amiga? Sobre todo si con ella no hay competencia. “A Belu la adoro. Siempre estamos chochas las dosde trabajar juntas, y aunque somos mujeres, no hay competencia entre nosotras.
Nos llevamos bomba”, dice, como para que no queden dudas, la ex Chiquititas y ex Rebelde Way, que a los ocho años empezó a trabajar en publicidad y a los trece en la televisión. Pero antes, mucho antes, como a los cuatro, comenzó a estudiar clásico, español y zapateo americano en la academia de su barrio. Allí la acompañaba todas las tardes su mamá, hasta que alguien le dio la idea. “Debe haber sido algún amigo de mi papá o amiga de mi mamá, porque nosotros no éramos del ambiente.
Mamá era maestra jardinera y papá, gerente de una empresa”, rememora Fernanda sobre su llegada al ambiente artístico. La cuestión es que tras la sugerencias, le preguntaron si quería ensayar y la llevaron a un casting. “Todavía me acuerdo del primero, que fue un horror. Me habían sentado en una silla y yo no entendía nada. Pero después me solté y tuve mucha suerte, porque hice muchas publicidades.” La primera propaganda en la queactuó fue en una de Barbie. Después vino una de pasas de uva de chocolate, otra de yogur y otra de café. Y sus primeros sueldos. “No cobraba una fortuna. El otro día vi los recibos, y no se pagaba mucho en esa época.
” Fernanda dice que entre los 13 y los 14 tuvo una etapa difícil. “¿Viste cuando no sos nada, te creés una ameba y nadie te quiere?”, ironiza mientras recuerda que para algunas cosas parecía muy chica y para otras, paradójicamente, muy grande. Sin embargo, visto a la distancia, parece que tan mal no le fue. De esa época datan sus primeros bolos en la tele hasta que a los 15, sí, el éxito le sonrió. O por lo menos consiguió trabajo en la troupe de Cris Morena. “En diciembre del 97 hice un casting para Chiquititas y me propusieron hacer un curso de actuación todo enero y febrero, pero me aclararon que quizá quedara. Y mi mamá dijo ‘no, vayámonos de vacaciones, si te quieren, que te llamen’. Y nos fuimos a Mar de Ajó. En febrero empezaron a llamar y cuando volví, empecé a ir a esas clases y, de repente, me dijeron: ‘¡Qué bueno, bienvenida!’” En Chiquititas, Fernanda trabajó junto a Romina Yan y a Facundo Arana.
Allí hacía de Martina, la huérfana mala. Al año siguiente hizo de amiga de Marcela Kloosterboer (fue el año en que la Kloosterboer era la protagonista de los chicos y Grecia Colmenares de los grandes). Pero además de trabajar, Fernanda iba al colegio, y en colectivo, como la mayoría de sus compañeros. Entonces conoció el asedio del público, como una verdadera estrella. “Yo venía del colegio en colectivo y como íbamos todos juntos, de otros colegios también. Siempre, pero siempre, me cantaban.” ¿Y qué le cantaban? “Pimpollo, turin, turin” y todas las canciones de Chiquititas. Y yo volviéndome con mis amigas para mi casa. Era todos los días y ya no daba. Yo me ponía roja de vergüenza. Imaginate, pero ¿qué les iba a decir? Pero lo que recuerda con más cariño, aunque fue una experiencia agotadora, tal vez demasiado para una adolescente en etapa de crecimiento y ni qué hablar para un chico, resultó la obra de teatro. “Fue una de las experiencias más lindas que tuve.
Así, tanta gente de golpe. Fue un flash.” En esa época, Fernanda iba a cuarto año. Y no faltaba nunca, salvo cuando tenía función los fines de semana, que no iba los lunes. Pero en las vacaciones de invierno la situación se puso más brava. “Hacíamos tres funciones un día, dos funciones al otro. Terminaba agotada.
Yo creo que si lo hiciera hoy no me daría el cuero. Además, dormía poco, porque mis viejos me habían dicho: ‘Te llevás una materia, te va mal en el colegio y olvidate.’ Estaba como traumada de que me vaya bien en el colegio. Llegaba a las nueve o diez de la noche a casa, estudiaba los libretos, luego para el colegio y recién a las dos de la mañana me iba a dormir.. Al otro día me levantaba a las seis y media. Casi no dormía. Perdí el sueño en esa época.” ¿Y siempre fuiste tan flaquita? Sí, más o menos, porque hay una época del desarrollo en la que estás como amorfa, hasta que te crecen, y a mí me crecieron tarde”. A pesar del cansancio, Fernanda siguió haciendo teatro, televisión y a fin de año no se llevó ninguna materia. Pero en quinto dijo basta.
“En el 2000 estaba medio a la deriva. Igual quería dedicarme a disfrutar quinto año, porque sino te perdés un montón de cosas lindas, más allá de que hayas ido todos los años anteriores casi sin faltar. También quería disfrutar del quinto año para poder irme de viaje de egresados a Bariloche.” Y se fue nomás. Con sus compañeros. Todos enfundados en trajes de nieve iguales. Después se enteró que los habían apodado los “tirabolas”. ¿Y por qué les decían así? Yo no sabía eso, porque siempre fui a colegios medianamente normales, pero hay gente que cuando va a colegios de otra categoría, lo hacen para esquiar. Van con sus equipos.
En cambio, ninguno de nosotros sabía esquiar. Es más: ninguno ni siquiera conocía la nieve. Lo único que hacíamos era tirar bolas, entonces éramos los tirabolas (lo dice y suelta la risa). Los chicos de los otros colegios nos gastaban porque nosotros estábamos felices con nuestros mamelucos… Después de terminar la secundaria, Fernanda tuvo un intento fallido con abogacía: “No me veía como abogada. Encima, todo era el ser y el deber ser…” Entonces, esta libriana que de equilibrada no sabe si tiene mucho –“todo el mundo dice: ‘Libra, el equilibrio’ y no somos equilibrados, todo lo contrario, lo estamos buscando”– se anotó en un curso de teatro en el San Martín. Lo empezó, pero la llamaron para Provócame, la novela de Chayanne y Araceli González. Ahí hizo de hermana de Araceli. Al otro año volvió a intentar con el San Martín, pero la volvieron a llamar de la tele: esta vez de Rebelde Way, donde actuó en 2002 y 2003. En 2004 estuvo haciendo una obra de teatro infantil (ver recuadro) y estudiando teatro al mismo tiempo. Y en 2005, la productora Endemol la convocó para realizar el personaje másjugado que hizo hasta el momento.
Doble de cuerpo
“Surgió la posibilidad de hacer Doble Vida. Por suerte era una posibilidad que yo también estaba buscando, porque ocurre que subestiman mucho a los programas juveniles. Todo lo que sea infantil o juvenil en todos los rubros –teatro, cine, televisión–, es como que no tiene valor. Entonces tuve la posibilidad de salir de eso y hacer otro tipo de personaje. A nivel personal me representaba un desafío y estuvo buenísimo poder hacerlo.” En Doble Vida, Fernanda hacía de Sagrario, una de las prostitutas del prostíbulo de Moria Casán. “Las prostitutas éramos Pamela David, Romina Ricci y yo. Y estábamos todo el día… prostituyéndonos.
Mi personaje iba a estar sólo la mitad de la novela, pero al final la hice toda. Me sirvió mucho en lo personal y en lo laboral.” Obviamente, con ese papel y con una novela caliente, Fernanda tuvo que hacer un desnudo (“de la cintura para arriba”, aclara). Pero a la chica que casi se crió entre luces, cámaras y decorados, el tema no le preocupa para nada. “Todo bien, eso es lo bueno de ser actor: la metamorfosis de un día ser una y otro día, otra. Por ahí, ser una rostituta joven que no le importa nada o una cheta que quizá no le da la neurona. Eso es lo divertido, el poder hacer distintas cosas.
Pero siempre es importante la contención del director y de los compañeros, y la buena onda. Sentirte cuidada, no estar mal internamente. Y trabajar relajada, porque si estás tensa, nada te va a salir bien.” Después de toda una vida en casa de mamá, papá y y con un hermano cinco años mayor, Fernanda dio hace tres meses el gran paso y se fue a vivir con su novio, el director de exteriores Mauro Escandolari. Están untos desde hace seis años. “No tengo nada escandaloso para contar; lo mío es aburrido”, dice mientras abre y cierra sus ojitos verdes que darán que hablar. Complicado, según por dónde se lo mire, porque ella misma reconoce que no es fácil estar en pareja con alguien que hace escenas de amor y desnudos por la tele. “Hay que tener paciencia para este medio.
El conmigo, y yo con él, porque hace dos semanas que está laburando de noche y viene a a casa a las cuatro de la mañana, y si fuese otra no le creería (risas). Entre los dos nos comprendemos y sabemos que si nos atrasamos es lógico, que por ahí el plan se te puede cambiar. Entonces eso es bueno. No es fácil tampoco para él que yo me esté besuqueando y desnudando por ahí, ¿no? Eso es igual para cualquier hombre, no lo asume mucho, pero igual me entiende y me comprende.”
Pero él te conoció así… Sí, siempre le aclaro: ‘Me conocisteconociste así’ parece que fuera una prostituta (risas), que estuviera haciendo algo malo (más risas), pero no importa’. A los hombres les cuesta. Quieren mujeres independientes, pero después les cuesta asumir que sean tan independientes en algún punto. Se molestan, no les gusta tanto. Yo siempre digo: voy a hacer una obra de teatro con el título ‘al final, las prefieren amas de casa’ (siguen las risas) porque todos alardean: ‘Yo quiero una mujer independiente’, pero cuando ya empezás a volar te dicen ‘nena, ¿qué estás haciendo?’.
El teatro y los chicos
En 2004 Fernanda Neil no trabajó en televisión. En cambio estuvo haciendo una obra de teatro infantil. Se trataba de una versión libre de La bella durmiente del bosque. Con el autor de la obra, Hugo Alvarez Rey, armaron una cooperativa y llamaron a un casting. “Ahí encontré a cuatro personas maravillosas que hoy son mis amigos: Nico, Lucre, Rosario y Ariel. Estuvimos haciendo giras a beneficio por el interior de la provincia de Buenos Aires. Fuimos a Gonzalez Catán y a Gregorio de Laferrere”. cuenta la actriz que estudió improvisación con Ricardo Beherns.
“Fue una experiencia divina. Hay gente del Conurbano que por ahí no puede ir al teatro en la Capital porque el pasaje es caro. Y entonces, llevarle a los nenes una obra de teatro que por ahí nunca vieron fue maravilloso. Tanto cariño de la gente, tanto agradecimiento de la madre, de la abuela. Realmente ahí sentí el valor que tiene ser artista y poder brindar un poco de cultura. Ver a los chicos ahí sentados, cómo participaban y se divertían, ver que no los estás idiotizando, está buenísimo. Además fue genial porque resultó una experiencia de autogestión y está bueno salirse un poco del negocio y sentirse útil.”
Fuente: Revista Viva Clarín