Archivo virtual destinado a difundir la Actividad Teatral de la Ciudad de La Plata, Capital de la Provincia de Buenos Aires, República Argentina
domingo, 30 de mayo de 2004
sábado, 29 de mayo de 2004
viernes, 28 de mayo de 2004
Aquella rubia debilidad
TELEVISION: ENTREVISTA CON MARIANA KARR
Adriana Bruno.
jueves, 27 de mayo de 2004
"Aida" regresó al Teatro Argentino
Jueves 27 de mayo de 2004 | Publicado en edición impresa LA NACION
Opera "Aida", de Giuseppe Verdi. Elenco: María Pía Prosperi (Aida); Daniel Muñoz (Radamés); Cecilia Díaz (Amneris); Ricardo Ortale (Amonasro); Nino Meneghetti (Ramfis); Oreste Chlopecki (Faraón); Enrique Folger (Mensajero) y Vera Golov (Sacerdotisa). Orquesta, coro y ballet estables. Director de coro: Luis Clemente. Diseño escenográfico, vestuario e iluminación: Marcelo Pont-Vergés. Coreografía: Julio López. Régie: Eduardo Rodríguez Arguibel. Director de orquesta: Reinaldo Zemba. Teatro Argentino de La Plata. Nuevas funciones: mañana y el viernes 4 de junio, a las 20.30, y los domingos 30 del actual y 6 de junio, a las 17.
Nuestra opinión: bueno
La inauguración de la temporada lírica del Teatro Argentino de La Plata se realizó en medio de una justificada expectativa, ya que se había elegido para la ocasión a la singular y fastuosa "Aida", de Giuseppe Verdi, que por más de un motivo está considerada entre las obras de mayor exigencia del repertorio italiano. Al mismo tiempo se palpó una natural alegría al ponerse en marcha una institución que tiene en la ópera la base de su actividad, con la utilización de todo el potencial artístico y técnico representado por sus cuerpos estables.
Por fortuna, los aspectos fundamentales referidos a la faz musical fueron dignos de elogio, a partir de la batuta del director Reinaldo Zemba, que ofreció una versión enjundiosa y en buen estilo, expresiva y con el refinamiento requerido para una partitura en la que abundan pasajes con delicados efectos orientales, así como grandiosos clímax sinfónicos.
Fue muy bueno el rendimiento del coro, principalmente del sector femenino, por su ajuste rítmico e impecable sonoridad, y por el empaste logrado en las grandes escenas, virtudes que seguramente han de estar vinculadas con el retorno de Luis Clemente como su maestro titular.
La labor del cuadro de cantantes fue eficaz por un trabajo llevado a cabo con arrojo, seriedad, seguro conocimiento de sus respectivas partes y buena expresión en el decir, mas allá de algunas debilidades de emisión provocadas por el natural nerviosismo de los primeros momentos de la aparición de cada personaje.
A la soprano María Prosperi hay que reconocerle el mérito de una segura musicalidad y de haber logrado vencer con aplomo el momento naturalmente difícil de un debut frente a un público desconocido en una sala de grandes proporciones, de las que no abundan en Europa. Después de algunos pasajes algo débiles en cuanto a sonoridad y firmeza, la cantante italiana fue creciendo hasta cantar con buen rendimiento toda la escena final, en dúo con el tenor.
Daniel Muñoz fue Radamés en una actuación tan positiva y decorosa que se ubica entre lo mejor de sus contribuciones a los teatros argentinos. En este sentido fue una grata sorpresa escuchar su buen volumen sonoro, desplante vehemente en los pasajes heroicos y cuidadoso sentido del fraseo en los momentos de mayor lirismo.
Por su parte, Cecilia Díaz como Amneris reiteró su seguridad musical, buen volumen y definida personalidad, destacando recursos y experiencia como para regular su actuación de un modo inteligente hasta lograr una excelente escena del juicio, que requiere tanta pasión, entrega y esfuerzo de todas las mezzosopranos que la interpretan.
Nino Meneghetti gestó una noche histórica al reiterar su Ranfis, en el que tiene años de experiencia durante su fecunda carrera artística, dejando escuchar el color característico de su potente voz de bajo, en tanto que el barítono Ricardo Ortale, igualmente poseedor de una voz privilegiada, fue un convincente Amonasro, y el bajo Oreste Chlopecki, un sonoro Faraón. Por último resultó eficiente Enrique Folger como el mensajero, y solvente la voz de la sacerdotisa a cargo de Vera Golob.
No alcanzó el mismo nivel de corrección la puesta escénica, ya que la idea aplicada por los responsables de la escenografía, la elección del vestuario e iluminación fue utilizar una planta fija con un único elemento destacado, especie de armazón que parecía un enorme mangrullo medio derruido para todas las escenas, fabricado con el siempre antiestético andamiaje de tubos metálicos y tornillos, causa principalísima del tedio visual que se impuso a los espectadores. La insistente presencia de la instalación durante toda la representación provocó una natural falsedad de los ambientes en que se plantea la acción dramática de cada cuadro, en contradicción con el texto del libreto.
De ahí que tampoco se pudo lucir la dirección de actores y masas asumida por Eduardo Rodríguez Arguibel, ya que con un escenario limitado en su posibilidad de crear los climas de cada escena en lugares y espacios diferentes, Rodríguez Arguibel sólo pudo obtener una buena cuota de credibilidad en el comportamiento teatral de los personajes en las escenas de relaciones intensas como, por ejemplo, la que se establece entre padre e hija en la escena del Nilo y entre Amneris y Radamés en el momento del juicio.
Pero como no hay mal que por bien no venga, la estaticidad escénica produjo un hecho que no parece menor y es, en cierto sentido, una sutil lección para que los escenógrafos tengan en cuenta antes de dibujar sus bocetos. Cuando el público comprendió la inmutabilidad del criterio visual adoptado, comenzó a generarse una tangible atmósfera de concentración y de gozo por la música de Verdi.
Ya no había nada interesante para mirar. Ahora, sólo crecía la atención en la obra musical y la apreciación del empeño y la seriedad del cuadro de cantantes. El estado de quietud y silencio imponente concluyó en una sostenida ovación y manifestaciones de un entusiasmo generalizado.
Es posible que en el Teatro Argentino de La Plata se haya extendido un certificado de defunción a las puestas a contrapelo del contenido de los textos, porque en esta "Aida", la misma imagen del mangrullo ya mencionado fue palacio en Menfis, templo de Vulcano, aposento de Amneris y espacio para la gran recepción a las puertas de Tebas donde no hubo llegada y desfile de soldados, ni pueblo jubiloso, ni ninguna entrada triunfal de Radamés.
También llamó la atención que los varios momentos para la danza ideados por el autor carecieran de valor coreográfico y de los espacios adecuados para su lucimiento. Por estas razones el espectáculo fue más bien un concierto disimulado por vestuarios y luces de colores, cuyo resultado fue una muy digna versión musical de "Aida", de Verdi, ópera que reina en soledad dentro de su inmortal producción.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=604676
miércoles, 26 de mayo de 2004
Junio llega con la mejor música
martes, 25 de mayo de 2004
Una "Aída" con cantantes valiosos
25.05.2004 | Ficha técnica: "Aída", ópera en cuatro actos. Libro: Antonio Ghislanzoni. Música: Giuseppe Verdi. Cantantes: María Prosperi, Daniel Muñoz, Cecilia Díaz, Ricardo Ortale, Nino Meneghetti, Oreste Chlopecki, Enrique Folger y Vera Golob. Coreografía: Julio López. Iluminación, escenografía y vestuario: Marcelo Pont-Vergés. Regie: Eduardo Rodríguez Arguibel. Ballet, Coro (Luis Clemente) y Orquesta Estables del Teatro Argentino (Reinaldo Zemba). Teatro Argentino de La Plata, domingo 23.
Cuando la pasión propia de la ópera italiana se despliega con potencia en todo el ámbito del teatro, y el auditorio recibe con abierta sensibilidad esa carga emocional, es innegable que por encima de cualquier análisis técnico, el espectáculo está logrado. Este fenómeno desgraciadamente no tan frecuente en el hecho lírico, tuvo lugar una vez más el domingo, en la inauguración de la temporada de ópera del teatro Argentino, oportunidad en la que se ofreció una versión de "Aída", de Verdi, que a partir de un comienzo musical un tanto intrascendente, fue afirmándose progresivamente debido a la entrega y la superación artística de los cantantes, hasta culminar en el tercer acto y el primer cuadro del siguiente con escenas que conmovieron en forma tocante a una sala colmada.
VALORES DE RANGO
Los artífices principales de este resultado fueron sin duda nuestros compatriotas el tenor Daniel Muñoz (Radamés) y la mediosoprano Cecilia Díaz (Amneris). Aplomado y eficiente, dueño de un pasaje y de agudos sólidos y vibrantes, Muñoz realizó una labor muy profesional, que le permitió sortear airoso los difíciles escollos de la partitura, y aún cantar los dos últimos actos sin pausa alguna, pese al inusitado esfuerzo que ello entraña. En cuanto a la mezzo entrerriana, cabe destacar que cumplió una de las mejores actuaciones de su carrera, no sólo por la inteligente graduación de sus medios vocales y la belleza de su color y de sus armónicos, sino también debido a la homogeneidad de su registro, su temperamento dramático y la facilidad para desplazarse con la misma naturalidad a las zonas más graves y a las más agudas de su tesitura (su cometido en el cuadro del juicio fue por cierto de alto impacto).
LA LLAMATIVA PUESTA
Dejando de lado una puesta realmente descabellada (el elemento principal de ese verdadero mamarracho escénico fue una suerte de mangrullo pampeano), diseñada por Eduardo Rodríguez Arguibel y Marcelo Pont-Vergés, el resto de los elementos musicales de esta velada platense ofreció en general interesante relieve. Preparado nuevamente por ese capacitado maestro que es Luis Clemente, el coro estable hizo oír su encanto tímbrico y canoro de conjunto, mientras que en el foso estuvo Reinaldo Zemba, un director con experiencia antes sinfónica que operística, que sin perjuicio de ciertos desacoples con el tinglado y de la ausencia de detalles expresivos o de fraseo, consiguió plasmar una ejecución decorosa y de aceptable nivel, al frente de una orquesta por sobre todo atenta y afinada.
RESUMEN DE LOGROS
En los demás papeles, la soprano italiana Maria Prosperi (protagonista) mostró una voz de buena formación, con algunos problemas de rigidez en la emisión y reducción del volumen a partir del "sol" del pasaje alto; el barítono Ricardo Ortale (Amonasro) sorprendió por la tersura, elocuencia y flexibilidad de su metal, y tanto Oreste Chlopecki (Rey) como Enrique Folger (Mensajero) y Vera Golob (Sacerdotisa) cantaron con esmerada corrección. Párrafo aparte merece el veterano bajo ítalo-argentino Nino Meneghetti (Ramfis), quien brindó una traducción ejemplar, de estentórea sonoridad y redondez en el papel del sumo sacerdote de Amón, cuya determinación implacable termina por destrozar el alma enamorada de la desdichada princesa de Egipto.
Carlos Ernesto Ure
Fuente: http://www.laprensa.com.ar/299963-Una-Aida-con-cantantes-valiosos.note.aspx
domingo, 23 de mayo de 2004
"Aida" abre la temporada platense
Domingo 23 de mayo de 2004 | Publicado en edición impresa LA NACION
Por razones diversas, el canal de Suez, inaugurado fastuosamente el 17 de noviembre de 1869, promovió derivaciones que van más allá de su condición de vía de comunicación entre el mar Mediterráneo y el Mar Rojo. Es que el proyecto movilizaba enormes intereses comerciales que comprometían no sólo a Egipto, sino a la comunidad internacional. Es en esa circunstancia cuando se produce la apertura de un gran teatro lírico, con la presentación de "Rigoletto", de Verdi.
Que el gobierno de Egipto, en plena efervescencia frente a un acontecimiento tecnológico de semejante dimensión político-económica, haya buscado dotar a su país, al mismo tiempo, de un templo para el arte lírico no resulta extraño. En el siglo XIX, la ópera era sentida como una de las manifestaciones más ostentosas de la cultura europea, lo que explica que asociar el arte a la técnica haya sido una pretensión que el nuevo khedive (virrey) Ismail Bajá estaba en condiciones de consolidar.
Pero el hecho de que "Rigoletto" fuera objeto de una gran representación era menos de lo que el khedive deseaba para su teatro, de manera que solicitó a Camille Du Locle, libretista del "Don Carlo" verdiano, que interesara al músico para componer una obra sobre un tema del antiguo Egipto que acababa de proponerle el egiptólogo francés Auguste Mariette. La respuesta desde Italia fue negativa. Sin embargo, astutamente, Du Locle le envió a Verdi una síntesis de cuatro páginas del tema de Mariette. Pero si la respuesta amenazaba nuevamente con un rechazo, lo que dio en el blanco fue la posdata, en la cual el libretista le informa que su alteza egipcia le habría solicitado, ante el rechazo, golpear otras dos puertas, la de Gounod o la de Richard Wagner. Resultado: Verdi aceptó conversar sobre contrato y honorarios. Fijó una suma muy elevada para entonces, 150.000 francos pagaderos en París, en oro. Tres días después le llegaba el telegrama de aceptación.
Para 1870, el tema estaba en el vértice de los intereses culturales del mundo. Auguste Mariette era por cierto un egiptólogo de moda y a través de sus hallazgos para el Louvre pudo enorgullecerse y beneficiarse con su descubrimiento de un templo del siglo II. Pues bien, fue este Mariette quien concibió en 1869 el drama de Aida, Amneris, Radamés y Amonasro. Es cierto que, pese a ser un científico, no deja precisiones sobre la época exacta en que transcurre la acción por él imaginada. Apenas si aclara que "la escena transcurre al borde del Nilo, en tiempos del poder de los faraones". Fue tarea de los musicólogos ubicar luego una época posible, la de Ramsés III.
En medio del hechizo que provocaba el antiguo Egipto en la cultura occidental, tampoco preocupó a Mariette la exactitud documental, pues era al parecer impensable que en la rígida sociedad faraónica un héroe como Radamés pudiera poner sus ojos en una esclava. Pero Mariette liberó su fantasía y recurrió a fuentes literarias exóticas y prestigiosas. Sobre esta idea le tocó después a Du Locle realizar el libreto en francés, que luego Antonio Ghislanzoni tradujo y puso en verso con destino a la ópera. Pero además está la mano del propio Verdi, que no se privaba de introducir modificaciones, tras interrogar a los especialistas, y ante todo a Mariette, sobre las divinidades egipcias, las ceremonias, las danzas, el ritmo y el carácter de la música que las acompañaba. Así nació "Aida", cuyo estreno tuvo lugar en El Cairo el 24 de diciembre de 1871, ante una vibrante audiencia internacional.
Pero, ¿dónde han quedado los héroes verdianos empapados por los ideales del "Risorgimento" italiano? Porque "Aida", sin la menor duda, marcó un cambio, pues, como razonó Patrice Henriot, ahora la patria, lejos de ser una madre amante, es una cruel madrastra que demuele a los suyos, tanto a Aida y a su padre, Amonasro, porque el patriotismo de los etíopes resulta destrozado, como a Radamés, que traiciona la fidelidad de los egipcios. Algo así como una desintegración de ese heroísmo que hasta entonces había dado sentido a su obra desde "Nabucco". Pero si un Verdi nuevo y realista, alejado de las grandes utopías de ayer, se proyecta a partir de 1870, el aliento creador en cambio se agiganta y supera sus propias cumbres. Fiel a principios nunca desmentidos, crea con "Aida" una ópera "egipcia" sin convencionalismos, pero sin la pretensión -ni el interés- de hacer arqueología musical. Con originales recursos de composición, proyecta el ambiente sonoro, la "tinta", como decía Verdi, de esta obra de impresionante perfección. Porque nada es superfluo en "Aida", donde todo responde a una exigencia superior de unidad teatral y expresiva, desde la célebre romanza de Radamés, "Celeste Aida", hasta el sepulcro que sirve como escenario del célebre dúo con que concluye la obra, allá donde los amantes encuentran una muerte mística, lejos de las leyes humanas. Como tal hay que aproximarse a esta nueva propuesta del Teatro Argentino de La Plata, que inaugura con ella su temporada lírica 2004.
Pola Suárez Urtubey
"Aida" tendrá dirección musical de Reinaldo Zemba y régie de Eduardo Rodríguez Arguibel, y la participación de la orquesta, coro y ballet estables. Actuará un reparto de cantantes integrado por María Prosperi/Alla Avetisian (Aida), Daniel Muñoz (Radamés), Cecilia Díaz/María Luján Mirabelli (Amneris), Ricardo Ortale/Leonardo López Linares (Amonasro), Nino Meneguetti/Carlos Esquivel (Ramfis) y Oreste Chiopecki/Omar Brandán (Rey). La escenografía y el vestuario son de Marcelo Pont-Vergés y la coreografía, de Julio López. Las funciones están previstas para mañana y el domingo 30, a las 17, y el viernes, a las 20.30, y, en junio, para el viernes 4, a las 20.30, y el domingo 6, a las 17.
El Teatro Argentino informa, además, que partirán con ese destino servicios de ómnibus desde dos lugares de la ciudad de Buenos Aires (Callao 235 y la esquina de Viamonte y Cerrito) dos horas y media antes del horario previsto para cada función. Las reservas deben realizarse en los teléfonos de boletería (0221) 4291732/3.
Carolina Peleritti: Una obra de arte
domingo, 9 de mayo de 2004
martes, 4 de mayo de 2004
¿El Select, nuevo espacio INCAA?
domingo, 2 de mayo de 2004
Ultima función
Hoy a las 17 en la Sala “Alberto Ginastera” del Teatro Argentino (51 e/9 y 10) se realizará la última función del primer programa de ballet de la temporada 2004.
Se interpretarán “Divertimento”, con música de Benjamín Britten (sobre temas de Gioacchino Rossini) y coreografía de William Dollar; el pas de deux “Melodía”, con música de Christoph Gluck y coreografía de Assav Messerer; “Annabel Lee”, con música de Byron Schiffman y coreografía de George Skibine (basada en un poema de Edgar Allan Poe) y “Bolero”, con música de Maurice Ravel y coreografía de Aurel Milloss.
Entradas de $10 a $50.
Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2004/05/02/pdf/20-c.pdf
Las tablas le hicieron fuerza a la motosierra
Balance de teatro 2024 En un año con fuerte retracción del consumo y un ataque inusitado al campo de la cultura, la caída de la actividad ...
-
Un amplio circulo de la vida cultural de La Plata recibió un duro golpe al enterarse este martes de la triste noticia de la muerte de Omar S...
-
La notera Florencia Caro del programa Calles Salvajes (América TV) se desnuda completamente para hacer una entrevista en un teatro. © Copy...
-
Noches sin lunas ni soles Estreno: 21 de junio de 1984 Duración 97 min. País Argentina Director José A. Martínez Suárez Guión José ...