Domingo 14 de diciembre de 2003 | Publicado en edición impresa
Entrevista
Con 25 años y una carrera que incluye papeles más que arriesgados, la actriz de El fondo del mar es parte de una generación que impulsa sus propios proyectos artísticos y está lejos de la frivolidad. Con dos películas por estrenar, sueña con ser una rubia del director David Lynch
Por Fabiana Scherer | LA NACION
Como sumergida en un halo de misterio, Dolores Fonzi juega a ser, al mismo tiempo, niña y mujer. Parece escapada de la mente de Lewis Carroll: sugestiva e inocente, está siempre dispuesta a entregarse por completo en cada actuación, en cada experiencia de la vida en la que impone su sello.
Con sólo 25 años, esta actriz que hace poco deslumbró con su actuación en la película El fondo del mar es parte de una generación inquieta que genera sus proyectos y renueva las reglas preestablecidas, tanto en el cine como en la televisión.
-Es un momento fundamental para la creación, para formar grupos de trabajo, cambiar experiencias y hacer, por sobre todo, hacer.
Así habla Fonzi entre las profundas pitadas que le da a su cigarrillo. Lo dice porque, bien sabe hoy, el desafío está en expresarse a pesar de los medios y las estructuras, y más allá de las caras bonitas.
Con un rubio menos furioso del que lució como Gala, la más salvaje de las prostitutas de Disputas, que se emitió este año por Telefé, Fonzi se sumerge en el colchón-cama en el que duerme, así, casi sobre el piso, en la casa que comparte con un amigo en Palermo.
-Volví a teñirme el pelo para el personaje de La mujer rota, dice.
Es la ópera prima de Sebastián Faena que la tiene como protagonista absoluta, y que actualmente rueda entre Buenos Aires y Pinamar.
-Me gusta meterme y experimentar desde diferentes lugares. No sólo se trata de actuación -dice sobre su trabajo en el film-. Y esto es lo que más me atrae y disfruto.
Está atenta al guión, a los actores, a los ensayos, a la cocina de esta historia intimista. Dispuesta a que su experiencia pasada en el cine -por sobre todo en Caja negra (película que concibió y vivió por completo al lado de su pareja, el director Luis Ortega)- sea de gran apoyo en este nuevo proyecto.
-Es difícil, es mi primera vez sola, sin Luis -confiesa, algo tímida.
Es frecuente que a los personajes que interpreta Dolores se los tilde de comprometidos, de muy jugados, con una búsqueda de impacto, una etiqueta que molesta y que limita todo a una palabra.
-Los roles que elijo son los que puedo contar, los que están en mí -reflexiona-. No hay personajes jugados o no, todos son los mismos. Que haya sido lesbiana, prostituta, una chica con retraso mental y una adolescente desquiciada sólo tiene que ver con la elección de personajes que están vivos, a los que les pasan cosas, que sufren cambios y que me obligan atravesar por experiencias nuevas y diversas. Me intriga ser honesta con el instinto, liberar todos los sentidos.
Entre las tantas frases que repite, sólo una la define de cuerpo entero:
-Quiero ser una rubia de David Lynch antes que una chica Almodóvar.
Los universos y las fantasías que ese director, el de El camino de los sueños, propone en cada uno de sus films la desvela, inquieta y seduce por igual.
-Es uno de esos cineastas a los que me entregaría por completo.
Un equipo de música con el logo de Canal 13 que le regalaron en la época en la que era Romina Muzzopappa, la sobrina de Daddy Brieva en El sodero de mi vida, es parte de una habitación devenida gran vestidor colmado de zapatos, zapatillas, sombreros y la más diversa ropa. Mientras pone un CD con un compilado de temas de John Lennon, The Beatles y David Bowie, Fonzi confiesa ser una compradora compulsiva.
-No lo puedo negar ni ocultar -dice y echa una mirada a su alrededor-. Y esto no es nada, falta todo un cuarto.
Esta especie de camarín fue una de las razones por las que dejó la casa que compartía con el menor del clan Ortega.
-Cada vez necesito más espacio. Es muy adictivo lo que me pasa.
En el baño también hay de todo: un sinfín de cremas y objetos de perfumería, porque le fascinan las cremas con olor agradable y esas especiales para todo el cuerpo.
Sin pecar de obsesiva, se cuida en las comidas, se entrega a los masajes linfáticos, escapa de la gimnasia por no tener disciplina y, desde los 14 años, le presta bastante atención a su cara.
-Es que ya el cuerpo no me da como antes -arriesga, como si hubiera vivido mucho más que dos décadas y media.
Objetivos, no
Dolores Fonzi tuvo un gran año, en el que volvió a mostrar su costado versátil y audaz. Fue prostituta en Disputas; protagonizó uno de los mayores éxitos del cine nacional de 2003 -El fondo del mar, película del creador de Los simuladores, Damián Szifrón-; en teatro, subió a escena con Dios perro, pieza de Ignacio Apolo que ofrecía una mirada sobre el incesto y su condición de tabú. De yapa estrenó Gerente en dos ciudades, film de Diego Soffici que filmó en 2001 y fue una de las mujeres de rojo en los cortos de Sedal que emitió Telefé, donde la dirigió Albertina Carri (Los rubios), con la que volverá a trabajar en Géminis, película que rodará en marzo de 2004.
Si fuera de ponerse objetivos, estaría más que feliz por lo conseguido hasta ahora. Pero nunca lo hizo.
-Los objetivos no son otra cosa que trabas -dispara-. No soy de las que creen en el concepto de llegar a algún lado, porque nunca llegás. De hecho, siempre estás en el mismo lugar, sólo que vas transmutando con experiencias. Sí creo en la búsqueda de vivir cada vez mejor.
Cree, por sobre todas las cosas, en sí misma. Pero es católica, aunque no practica la religión en la forma más convencional.
-Creo en Dios, en el amor, fui bautizada, tomé la comunión e hice retiros espirituales -enumera casi con culpa-. No entiendo cómo es la vida sin creer. ¿Cómo es? ¿Cómo existe si no creés? No entiendo qué significa realmente ser ateo, tal vez soy ignorante, pero no quiero vivir sin creer, porque ya son muchos los días en los que sufro por no creer en nada.
Si hay algo que la asusta y a la vez le atrae son los cambios.
-Lo que me da miedo me atrae, no me paraliza. Al contrario, me moviliza -revela-. Soy de decir que tengo miedo, pero es una frase que uso no en un sentido tan literal, porque no creo que sea tan consciente como para sentir el miedo real.
Terapia
Cuatro veces por semana va a terapia. La considera una buena inversión y la compara con el placer de comer algo rico.
-Lo hago porque puedo pagarlo. Me hace bien y me ayuda a entenderme, o por lo menos a acercarme a lo que soy, hacerme cargo de mis decisiones, lo que no es poco.
A los placeres del diván y de las compras compulsivas, le siguen los viajes, otra de sus obsesiones.
-Todo el tiempo tengo ganas de viajar -dice ansiosa-. En una época quería ir a estudiar afuera, a Londres, París o Nueva York. Ahora no sé, porque estoy muy vaga para ponerme a estudiar. Pero me iría un rato, no mucho tiempo, porque siento que me despersonalizo, que dejo de entender todo.
Hace tiempo que mantiene un perfil bajo y que dejó de exponerse a las salidas descontroladas que compartía con Carolina Fal, Julieta Ortega y Belén Blanco, y que la pusieron en el lugar de chica rebelde. Ahora se queda en casa viendo películas en video y DVD.
-Fue una época en la que no me bancaba estar sola y la pasaba bien así. Ya pasó.
-¿Te molesta que te reconozcan en la calle?
-Si una quiere, puede pasar inadvertida. También sé que es parte del trabajo estar expuesta, pero a veces las cámaras te sorprenden, y lo que más me molesta es que te piden una opinión sobre cualquier tema.
Le cuesta ocultar que se aburre de ella misma. El solo hecho de mirarse la misma cara todas las mañanas, a veces suele desanimarla, a pesar de que Fito Páez le dice en Bello abril, canción que le dedicó y que canta Luis Alberto Spinetta: "Sos tan hermosa que jamás vas a dejar de brillar así".
Beautiful Boy, de Lennon, suena en el equipo como un himno que reconforta a Dolores. Se estira, bebe agua mineral y vuelve a encender un cigarrillo.
-Me gusta darme tiempos y pensar qué quiero hacer, no está bueno trabajar todo el tiempo. Es necesario parar.
Lo dice por la cantidad de propuestas que le llegan y que no siempre se detiene a analizar. De cara al año próximo, sabe que la espera finalizar La mujer rota y entregarse en marzo a Albertina Carri y a su Géminis. ¿Televisión? Hay un proyecto en puerta, una miniserie de terror de 13 episodios para Ideas del Sur (productora de Marcelo Tinelli), junto a Mariano Martínez, pero aún está en veremos. Al final, reflexiona:
-Me gusta mirar dónde estoy ahora y preguntarme cómo sigo. No me arrepiento de nada. A pesar de todo, hoy estoy contenta con lo que soy.
Para saber más
www.cinenacional.com
www.television.com.ar
Fotos: D. Pessah y Archivo
Producción: F. Argüello
Asistente: Rosario Perazzo
Make up: Sebastián Correa
Pelo: Marga para Impagliazzo Lamensa
Ropa: Vidrio para Aristocracia
Personalísima
Nació el 17 de julio de 1978, en Buenos Aires, y es la mayor de tres hermanos, Tomás (de 21 años) y Diego (de 20). A los 16, el Zar Alejandro Romay le ofreció su primer papel en TV, en La nena, tira de corta vida.
Su vida cambió por completo cuando ingresó a Verano del 98, serie para adolescentes en la que también trabajó su hermano Tomás. Fue por esa misma época que decidió dejar a su familia en Adrogué y mudarse sola a la Capital. Su consagración en la pantalla chica llegó con El sodero de mi vida.
En cine debutó con Plata quemada (2000), de Marcelo Piñeyro, en el papel de una prostituta. A ese trabajo le siguieron, entre otros films, la ópera prima de Fito Páez, Vidas privadas; la personal Caja negra, de Luis Ortega, y El fondo del mar, de Damián Szifrón.
En teatro se lució en El señor Bergman y en la puesta de la polémica Dios perro.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/553818-dolores-fonzi-no-quiero-ser-una-chica-almodovar