Miércoles 8 de mayo de 2002 |
Publicado en edición impresa LA NACIONLa joven soprano Teresa Musacchio y el tenor Juan Carlos Vasallo Foto: Teatro Argentino Opera "Luisa Miller", de Giuseppe Verdi, sobre libreto de Salvatore Cammarano, basado en Schiller. Elenco: Teresa Musacchio (Luisa), Juan Carlos Vasallo (Rodolfo), Luis Gaeta (Miller), Ariel Cazes (Walter), Juan Barrile (Wurn), Alejandra Malvino (Federica), Celina Torres (Laura). Director de escena: Daniel Suárez Marzal. Director de coro: Eduviges Picone. Escenografía y vestuario: José Ferrari. Orquesta y coro estables. Director de orquesta y concertador: Fernando Alvarez. Sala Alberto Ginastera. Teatro Argentino, La Plata.
Nuestra opinión: Bueno
Tuvo carácter de estreno para La Plata la representación de la compleja y significativa "Luisa Miller", de Verdi. Indudablemente, fue una determinación artística riesgosa, en razón de las exigencias vocales del autor a los intérpretes de sus personajes.
A ello debe sumarse una buena cuota de audacia (sin ella no sería posible avanzar y crecer en el arte) al formar el elenco con artistas nacionales, un aspecto altamente beneficioso para el futuro del arte lírico nacional, pero que en este caso concreto, y tratándose de "Luisa Miller", abre un tema para el debate, relacionado con el nivel posible de lograrse desde el punto de vista del canto y la seguridad musical.
Por un lado, la necesidad de favorecer a los cantante con una distribución de partes acorde con sus posibilidades naturales; por el otro, la responsabilidad de defender el patrimonio del aparato de fonación de cada artista y, por fin, la medición del rendimiento sonoro para abordar una ópera de fuste que reclama voces adecuadas, en este caso de la clase denominada "verdiana", escasa en nuestro medio y también en la actualidad mundial, salvo contadas excepciones.
De todos modos, y mas allá de la evaluación de la faz vocal de los cantantes en su conjunto, quedan varios aspectos positivos, la mayoría de ellos reconfortantes. Por un lado, la apertura de la temporada en un momento tan complejo del país y el amor y la dedicación con que se llevaron a cabo el montaje escénico, en el que tuvo decisiva importancia el talento teatral de Daniel Suárez Marzal, que sin nada creó un espectáculo sintético, despojado, pero plásticamente bello.
Por el otro, también fueron aspectos elogiables la entrega y pasión del director Fernando Alvarez para dar con el estilo de un lenguaje tan definido como el de Verdi y la eficiente labor de Eduviges Picone en la preparación y de todos los integrantes del coro, al lograr los pasajes de mayor calidad musical de la representación.
La versión musical fue fiel en el aspecto estilístico como se dijo, pero fue una lástima que a partir del segundo acto se advirtiera una lenta, pero paulatina pérdida de calidad de sonido, detalle que quizás esté vinculado con la cantidad de ensayos llevados a cabo.
La joven soprano Teresa Musacchio encarnó al personaje protagónico exhibiendo buena disposición para avanzar en una carrera que se encuentra en sus primeros pasos. De voz clara y lírica, todavía (es lógico y natural que así sea) sin la necesaria zona central robusta que reclama Verdi, tuvo la suficiente capacidad e inteligencia como para resolver los pasajes más comprometidos de la manera menos perjudicial a sus medios.
Otro cantar fue el del tenor Juan Carlos Vasallo, también de voz liviana y agradable, que fue desbordado por el tono dramático de su personaje. En este caso, el artista puso una vez más en riesgo su patrimonio, ya que no es la primera vez que se comete el error de incluirlo en roles de tenor spinto.
Por su parte, un cantante de los merecimientos de Luis Gaeta, al que debe ubicarse entre los mejores barítonos de la actualidad en nuestro medio, se enfrentó con la tesitura y la inflexión dramática de Miller padre, y sólo por su experiencia y su reconocida musicalidad, fue convincente en el canto y en su actuación.
Del resto del elenco se destacó notoriamente la solvencia musical del bajo Ariel Cazes, en el personaje del Conde Walter, que, evidentemente, cualquiera que sea su papel y grado de importancia, demuestra inclinación por el canto bien fraseado sin ampulosidad ni efectos de dudoso gusto. Decepcionaron Alejandra Malvino y Juan Barrile.
Una luz musical fue aportada por la soprano Celina Torres, en el breve personaje de Laura, así como el coro, especialmente el sector femenino, por su buen empaste sonoro y segura afinación, virtud imprescindible que en líneas generales fue otros de los puntos débiles de la primera función.
Acertada estética
Daniel Suárez Marzal aplicó un sabio axioma del teatro armando un espacio despojado, pero bien iluminado, donde la imaginación del espectador completa todo aquello que falta. Al mismo tiempo, utilizó los elementos que todo teatro debe tener en su mínima expresión y los dotó de doble funcionalidad, tal el ejemplo de un telón de tul con la posibilidad de crear una imagen de sugerente belleza por su transparencia y utilización plástica de los dos planos escénicos así logrados. Lógicamente, contó con el buen criterio del escenógrafo Jorge Ferrari.
Quizá faltó un trabajo más riguroso de tipo actoral y una mejor distribución del coro y los personajes en alguna de las escenas de conjunto, para evitar cierta sensación de estatismo y de ausencia de convicción en la composición de los personajes.
Claro que "Luisa Miller" marca una transición conceptual en Verdi en relación con la definición de los caracteres de los personajes y el drama, virtud del maestro que llegará más tarde. De ahí que la versión escénica, realizada en este momento tan lleno de sinsabores y escasos recursos, se trasformó en un motivo más que positivo y reconfortante, porque es un ejemplo del empuje y la fuerza que debe prevalecer en todos nosotros.
Habrá otras funciones de "Luisa Miller", pasado mañana, con Marina Biasotti en el personaje central y Laura Cáceres, como Federica; el viernes 17 y los domingos 12 y 19, con entradas a precios accesibles.
Juan Carlos Montero
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=394765