Por Irene Bianchi
"Cuarteto", de Heiner Müller, traducida por Daniel Suárez Marzal, protagonizada por Cristina Banegas y Víctor Laplace. Escenografía: Edgar de Santo. Vestuario: Mini Zuccheri, Iluminación: Nicolás Trovato. Música: Mario Rapallini. Producción: Comedia de la Provincia de Buenos Aires. Asistente de Dirección: Jorge Azurmendi. Dirección General: Daniel Suárez Marzal. Sala Armando Discépolo.
Heiner Müller (1929-1995), uno de los exponentes paradigmáticos del teatro alemán del siglo XX, fue conocido entre nosotros a través de la laureada versión de su "Máquina Hamlet", a cargo de "El Periférico de Objetos", compañía teatral independiente fundada por Daniel Veronese, Emilio García Wehbi y Ana Alvarado.
Müller - uno de los directores del prestigioso "Berliner Ensemble" (fundado en 1949 por Bertolt Brecht) - sostiene que el arte debe movilizar la fantasía, reprimida y atrofiada por la sociedad contemporánea. Siguiendo esta línea, su teatro pretende ser un laboratorio de la fantasía social.
La copiosa producción de este controvertido dramaturgo se caracterizó por su carácter polémico y urticante. "Los campesinos" (1961) se prohibió en su momento por ser "demasiado realista" en su retrato de la vida rural, mientras que "La construcción" (1965) fue denunciada por el líder de la República Democrática Alemana por mostrar a un funcionario "negociando" con los obreros de la construcción para terminar una obra.
"Cuarteto" está inspirada en una novela escrita en 1748 por Pierre-Ambroise Choderlos de Laclos, un oficial del Ejército francés que escapó de morir guillotinado en 1794, y fue ascendido a General de Brigada por Napoleón poco antes de morir.
Escrita en forma epistolar, la trama de "Las amistades peligrosas" o "Cartas recopiladas en una sociedad y publicadas para la instrucción de otras sociedades", es la seducción, el amor y sus consecuencias. La novela fue llevada al cine en varias ocasiones bajo el título "Las amistades peligrosas" por Roger Vadim y Stephen Frears, y como "Valmont" por Milos Forman.
Desde el punto de vista actoral, "Cuarteto" plantea el difícil desafío del desdoblamiento, ya que la pareja de actores debe multiplicarse- sin solución de continuidad -en una serie de roles; una suerte de "play within a play" (teatro dentro del teatro). En ese sentido, nos parece un notable acierto de la puesta de Suárez Marzal la ostensible presencia del traspunte a un costado, como subrayando la idea de la "representación"
Cristina Banegas impacta con su imponente presencia escénica. El contraste entre la sensual y calculadora Marquesa de Merteuil, su virginal sobrina Volanges y el empedernido e insatisfecho seductor Valmont, pone en juego su enorme gama de recursos actorales. Por momentos, oscura y perversa en otros, ingenua y angelical, la actriz salta de un extremo al otro con la agilidad de una acróbata de la escena. El tono e intensidad de su voz tan singular confieren a sus personajes un toque siniestro que les sienta muy bien.
Víctor Laplace, en la piel del Conde de Valmont y de la Presidenta Tourvel también hace gala de su versatilidad a la hora de componer. Logra transmitir el "ennui" de su personaje, su hastío existencial, que intenta saciar con su compulsiva cacería amorosa.
El correlato escenográfico de esa nada es una especie de ciénaga ideada por Edgar de Santo, un cuadrilátero de líquido fangoso, un miasma fétido que simboliza el vacío, el Tiempo que el autor define como "el agujero de la creación". Las guillotinas del fondo: el patíbulo en el que se inmolan víctimas y victimarios por igual.
Daniel Suárez Marzal mueve a sus actores como si los personajes fueran bestias enjauladas, devorándose mutuamente; púgiles inmersos en un duelo a muerte. Amores y odios, intrigas y complicidades, atracción y repulsión, una cinchada pareja en cuanto a la fuerza y tenacidad de los contrincantes. La puesta es ágil, a pesar de los extensos y verborrágicos parlamentos. El lenguaje es crudo y bastante truculento, seguramente con la intención de "épater les bourgeois"...
El vestuario de Mini Zuccheri recrea la época con elegancia y suntuosidad, y resulta funcional a la hora de los cambios de roles.
La música ambienta discretamente, sin restarle protagonismo a la acción.
"Cuarteto": un combate cuerpo a cuerpo, del que nadie sale indemne, ni siquiera el espectador.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20010630/espectaculos4.asp