miércoles, 23 de junio de 1999

Poetas y artistas en una movida en La Plata contra la impunidad

23 de Junio de 1999

La jornada fue organizada por la Cámara de Diputados. En los debates estuvieron Pérez Esquivel y Pelloni

Si alguien fue a ver a Leo Sbaraglia o a Federico Luppi o a Patricio Contreras, o a escuchar a Olga Orozco, se habrá llevado un fiasco. Porque faltaron a la cita. Pero la música de León Gieco y las voces de Inda Ledesma, Raúl Rizzo, Alberto Segado, el padre Hugo Mujica y el poeta Boccanera alcanzaron para llenar de emoción la noche. Fue en el Coliseo Podestá, donde un nutrido público, mayoritariamente joven, asistió -en varios pasajes con lágrimas- al acto de clausura de la jornada contra la impunidad organizada por la presidencia de la Cámara de Diputados de la Provincia.

El principal objetivo del cierre cultural fue exponer las conclusiones a las que se arribó, luego de un día de discusión y debate, destacando principalmente "las cercanas relaciones entre la impunidad y el poder".

En esos debates participaron el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, Estela de Carlotto (Abuelas), los jueces Leopoldo Schifrin y Ernesto Domenech, la hermana Martha Pelloni, Rosa Schonfeld de Bru y Gladys Cabezas, Sergio Bursteyn (Amia) y Thierry Ipliejiande (Amnistía Internacional), además de gremialistas y legisladores.

En el Coliseo, todo comenzó con la lectura, detrás de un escenario de sombras, de los poemas "Ausente", "En la niebla" y "Sentada". Y continuó con cuentos de Ana Frank, en los que narró su mundo reducido a paseos por una escalera caracol.
"Mi país limita al norte con Uruguay, al este con el Atlántico, al oeste con Chile. Luisa se pudre en una celda de dos metros", se escuchó antes de que el actor Raúl Rizzo recitara un fragmento de Rayuela, de Julio Cortázar, ése donde la Maga imagina un país de hombres cuerdos pero inhabitado.

Mientras los actores estaban en escena, las madres de Plaza de Mayo circulaban gigantes por detrás. Pero no eran de carne y hueso sino imágenes de sombras proyectadas.

Inda Ledesma expresó su apoyo prestándole su voz a un poema de Federico García Lorca, de su etapa más intensa y apasionada. Hugo Mujica, poeta y sacerdote, en una silla pequeña y aún más pequeña en el escenario, se hizo grande leyendo sus poemas y entre las frases se le escapó que "hay días en que nombrar no basta".

La mayor participación de la gente se dio cuando se proyectaron, mezcladas, fotos de víctimas de la represión, el gatillo fácil o la impunidad -Miguel Bru, el soldado Carrasco, José Luis Cabezas-, que eran aplaudidas a rabiar, y de personajes como Videla, Massera y Yabrán, silbadas con la misma intensidad.

Un pasaje de la obra de Bertol Bretch sobre la vida de Galileo Galilei fue actuado por Alberto Segado. Y luego se proyectó el film de Chaplin "EL gran dictador".

Luego de las actuaciones subieron al escenario los artistas y algunos de los panelistas de las mesas de debate. "Tenemos la necesidad de no sentirnos solos cuando estamos peleando. Rescatemos el ideal de trabajar unidos como el único modo de lograr la justicia; estos crímenes no son casos aislados sino producto de un sistema de impunidad, porque el poder es cómplice de esa impunidad", señaló entonces el presidente de la Cámara de Diputados, Alejandro Mosquera.

Y para cerrar, León Gieco hizo lo suyo. Como lo sabe hacer. Con ganas.

Fuente: http://www.eldia.com.ar/catalogo1/19990623/laciudad2.html

martes, 15 de junio de 1999

Al fin, los protagonistas de "Muñeca Brava" sellaron su amor

Martes 15 de junio de 1999

La primera vez podrá tardar, pero llega Natalia Oreiro (Milagros) y Facundo Arana (Ivo) terminaron ayer lo que habían iniciado el viernes. 

SILVINA DEMARE


© 1998-1999 derechos reservados a Telefe, Argentina

Finalmente Milagros / Cholito (Natalia Oreiro) e Ivo (Facundo Arana) sellaron su pasión en Muñeca brava (Telefé, a las 13). En una casa abandonada (donde ella pasó su infancia), bajo la luz de las velas y el fuego de la chimenea, los tortolitos hicieron el amor por primera vez después de muchas idas y venidas. La cosa arrancó el viernes, cuando él supo que ella estaba enamorada de él y fue a buscarla. Bastó un "te amo" mutuo para la entrega. Ivo le sacó la gorrita, mientras ella se quitaba la remera, mostrando su espalda. Unos besos en la boca y fin de la escena. Hubo que esperar el fin de semana (astucia del guionista Enrique Torres) para encontrarlos en la cama, desnudos. 

Así fue como continuó, ayer, la "primera vez" de los protagonistas. Sin jadeos ni muestras de pasión desenfrenada, ya que primaron las caricias tiernas. La pareja estaba recostada: él dormido (después del acto sexual) mientras ella (sólo se le veían las piernas y parte del espalda) le cantaba al oído Me muero de amor si no estás (tema del disco de Oreiro). En la primera media hora hubo pequeños flashes: ella arriba de él (tapadita con la sábana blanca); él arriba de ella con el torso descubierto. Lo más osado fue un plano de ellos, enfrentados y en sombras, donde se dibujaba la lola de Oreiro. "Sos lo más maravilloso que me pasó en la vida", dijo Ivo. "Fue la noche más maravillosa", retrucó ella. En el cuarto bloque, el día encontró vestidos a Cholito y a Ivo. Entonces, él aclaró (¿tal vez por si algún televidente no se había dado cuenta?): "¿Sabés que de tanto soñarte y desearte, no puedo creer haber hecho el amor? ¿Qué sentiste?", preguntó. "Miedo... a que se terminara la noche", dijo ella. La noche había terminado, y ellos arropados ­hasta con camperas! (cuántos se habrán quedado con ganas de más) siguieron charlando: "Sos mío y te amo", disparó la chica, apoyada en una de las paredes. 

Preocupados por el qué dirán se pusieron de acuerdo -después de que él sugiriera patear el tablero y contar a todos que se iban a casar- en no decir nada. El diálogo siguió (extrañamente, tenían fuerzas para caminar) por los alrededores de la casa. En el jardín, Cholito reflexionó: "¿Sabés que yo pensé que la felicidad era un sueño?... No pensé que me iba a tocar". "¿Y ahora, qué pensás?", preguntó él. "Ahora no pienso porque soy feliz", respondió. Recordaron cuando se conocieron y él la confundió con un hombre. "¿Viste? -dijo ella-. Un pibe las pelotas". Y ayer quedó clarísimo.


Amores irresistiblemente clásicos 

Con la historia y los recursos de la telenovela más tradicional y el encanto de Natalia Oreiro, Muñeca Brava, escrita por Enrique Torres y emitida por Telefé, ya se convirtió en éxito de la temporada. 

LUIS MARIA HERMIDA 

Suele ser éste un platillo televisivo muy solicitado ya desde los tiempos idos en que la receta giraba en derredor de Andrea del Boca. El cambio por la no menos estelar Natalia Oreiro no ha alterado sustancialmente ni el sabor ni la consistencia del manjar. Por el contrario, el arribo de Oreiro al Olimpo televisivo criollo (cuya escalinata de acceso está plagada de jirones de estrellas que no fueron) no es un componente menor del éxito de Muñeca brava. 

No resulta sencillo ponerse una novela diaria al hombro y dispararse en el rating como lo ha hecho esta uruguaya de 20 años que, a fuerza de carisma y simpatía, no sólo se ha ganado la adhesión del público sino que también está modelando para sí una carrera llamativamente sólida. 

Revisemos pues la receta. Se toma a la estrella, de clase social baja, y se la hace trabajar, con cualquier excusa, en una casa de ricos. Cuanto más cretinos sean los ricos, mejor. Eso sí, es conveniente que haya una excepción, un alma noble y buena. Lo mejor es una anciana que por propia decisión permanezca sin salir de su habitación desde hace dieciocho años (Lidia Lamaison). Hacer enamorar a la pobre sirvienta del hijo del patrón (Facundo Arana), preferentemente un perfecto tilingo con aires de playboy quien, al tiempo que gusta de la sirvienta, ha de destrozar su corazón comprometiéndose con alguien de su nivel social (Mariana Arias). Hasta aquí el preparado básico. Agregar distintos aderezos para realzar uno u otro sabor. Funcionan muy bien los hijos que no son hijos (Arana de Arturo Maly), un mayordomo que sabe más de lo que debería (Osvaldo Guidi), un chofer gracioso (Marcelo Mazzarello) o un cuñado vividor (Norberto Díaz). Puede ser un golazo incorporar un lisiado que camina (Segundo Cernadas), quien, munido de un desopilante disfraz, abandona a hurtadillas su refugio. Y que, por supuesto, está enamorado de la estrella. 

Este nuevo proyecto de la dupla Raúl Lecouna-Enrique Torres (productor y autor) se reconoce como una réplica, narrativa, dramática y estética, de un formato que les ha dado no pocos éxitos y al que no hay por qué andar cambiando. Sólo había que dar con la figura convocante y la hallaron en Oreiro. No por reiterado hay que dejar de reconocer el dominio que ambos tienen de los recursos del género. No por previsible, Muñeca brava deja de sumar voluntades de emocionarse frente al televisor.

Fuemte:  http://www.clarin.com.ar/diario/99-06-15/c-00302d.htm

Las tablas le hicieron fuerza a la motosierra

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