Retorno: La clásica sala de teatro y cine Princesa, que desde los primeros años de este siglo iluminó la actividad cultural de La Plata, volverá a abrir sus puertas.
Diagonal 74 entre 3 y 4. A la vuelta de la terminal de ómnibus. Podría haber sido el terreno codiciado por brazos y máquinas demoledoras, en un preámbulo de modernas torres de departamentos. La excusa perfecta para el implacable avance de los paseos de compras. O, quizá, el eterno y melancólico refugio de fantasmas y cirujas.
Pero no. Afortunadamente para los amantes del arte y de los sueños, el viejo teatro y cine "Princesa" retornará a su remota costumbre de albergar encuentros artísticos que, por lo pronto, estarán ligados a proyectos teatrales.
Y quien no puede desligarse de éstos últimos y de esa gran aventura de encender luces cuando los últimos se van es "Quico" García, licenciado en cine, el eterno y barbado director de obras como "Vincent y los cuervos" (de notable repercusión en el hoy lánguido Teatro del Bosque, que él impulsó) y "Woyzeck, historia de un soldado" (adaptación de la obra teatral escrita por Georg Büchner en la Asociación Sarmiento), un inequívoco sinónimo de teatro en esta ciudad.
Ahí está ahora. Todos los días, merodeando el futuro. Con los operarios y sus materiales aquí para allá. Con los artistas que trabajan en un silencio desbordante de nuevas ideas. Con el infaltable gato de baldio (Macbeth), que clama por su comida. Con su vida que tambaleó el año último y que durante intensivo reposo le permitió leer la novela Maluco, del uruguayo Napoleón Ponce de León.
En ella, el bufón de la flota de Hernando de Magallanes narra, a través de una extensa carta, la privación de su pensión vitalicia por haber sido parte de la aventura de recorrer el mundo para llegar a las islas de las especies (las Molucas), Juanillo Ponce, conde de Maluco -como él se trata- envía la carta a Don Carlos V para que interceda ante el rey Felipe II y así recuperar lo que le pertenece.
La adaptación de la obra será "libérrima", el libro corre por cuenta del propio Quico y Marcelo Vernet, mientras que la escenografía estará en manos de Rafael Landea (un artista "asombroso y de excepción").
Así, el anticipo de la obra. Sin dudas, una buena coartada para darle vida al "Princesa" y llevarla a escena hacia mayo del año próximo.
La edificación del "Princesa" se remonta a fines de la década del 80 del siglo pasado, cuando La Plata (y en especial esa zona de diagonal 74) era una novel y promisoria ciudad de casas bajas, sobre las cuales la incipiente sala se destacaba por sus columnas y techumbre triangular que semejaba una griega arquitectura.
Toda la estructura original se conserva en pie aunque muchos detalles certifican el paso del tiempo: el recinto principal (unos 300 metros cuadrados) está libre de butacas ("y si había, las sacábamos", aclara Quico, vislumbrando la esencia del proyecto), ineludibles goteras y filtraciones destruyeron la mayoría de los escudos representativos de todas las ciudades italianas, ubicados en todo el friso perimetral, el piso de madera es un ruidoso recuerdo que dejó al descubierto un cemento liso, surcado por una fosa que en algún tiempo se utilizó para la reparación de vehículos luego del cierre de la sala.
No hay restauración. Simplemente refacción, que no es poco.
"Altri tempi"
La de comienzos de siglo era una época de tangos anónimos en pañales, sin siquiera la mudez del cine. Era la época de las fuertes corrientes inmigratorias, con hombres de maestranza que, en el caso de los italianos, construyeron sus casas en la zona comprendida por las calles 12 a 19 y 60 a 66.
Era la época de "Unione e Fratellanza", sociedad fundada el 5 de junio de 1885) una división en el seno de la entidad originó la "Unione de Operai Italiani", que se trasladó a 12 entre 56 y 57.
En estos dos salones y también en el Politeama Olimpo (luego Coliseo Podestá) y La Gaulise (4 entre 45 y 46) se bailaban polcas, mazurcas (especie de polca en tres por cuatro), valses y lanceros (contradanzas de figuras).
Por ese entonces, en el "Princesa" se combinaban las típicas danzas con funciones teatrales.
A modo de recuerdo, los programas impresos en los talleres gráficos "La Provincial" (46 esquina 12) anunciaban grandes estrenos (ver nota aparte) amenizados por las ejecuciones orquestales de turno. Por orden de la Municipalidad -cuya jefatura ejercía en 1914 el comisionado don Luis María Doyhenard- quedaba prohibido permanecer con el sombrero puesto en la platea, como una forma de prevenir acalorados incidentes ocacionados por las copas, molestas para quienes se ubicaban en las filas posteriores.
Los precios eran diversos: "Familia (con ó sin jefe), un peso; transeúntes, dos pesos, socios recibos al día". La comisión se reservaba el derecho de admisión y comunicaba que "la función dará principio a las 8 y 45 p.m. en punto" y rogaba a los que deseaban asistir "lleguen a la hora indicada por ser el programa algo extenso".
Con el correr de los años, la representación escénica y el movimiento al compás de la música dio paso al furor de la gran pantalla cinematográfica que, entre los furtivos romances de ocasión y el crujir de cáscaras de habas crudas, fue testigo de la agonía de la sala, acaecida a comienzos de los '50.
Hoy
Quico Camina y describe el recinto principal del "Princesa" con las manos en los bolsillos. Las saca sólo para que un dibujo en el aire refuerce sus convicciones: "Hoy, el éxito le da valor a las cosas; a mí me gusta darle valor al recorrido, disfrutar el riesgo, atacar al éxito", dice, para comparar luego la situación de su proyecto con la concentración del arquero en la trayectoria de la flecha y no en el blanco.
Por el momento, uno de los apoyos que pueden brindarse es la donación de todo tipo de muebres en desuso y acercarse en septiembre para participar de los talleres que funcionarán en las áreas de teatro, música, títeres y pintura.
Por suerte, ni shopping, ni torres, ni abandono. El viaje hacia las islas Molucas se ha iniciado y el "Princesa" navega viento en popa.
Rafael Labourdette