Un recuerdo perfecto
¿Porqué “El acompañamiento”, dirigida por Carlos Orgambide, y estrenada en 1991, se diría que es el recuerdo perfecto de Carlos Carella?
La película toma su nombre de una pieza teatral escrita por Carlos Gorostiza, que se estrenó en 1981, en Buenos Aires, durante la dictadura militar, en un famoso ciclo llamado “Teatro Abierto”. Sus primeros intérpretes fueron Carlos Carella, como Tuco, y Ulises Dumont, como Sebastián. En 1991 la obra fue llevada al cine, con Carella en el mismo papel, y Franklin Caicedo como Sebastián. Se podría decir que la adaptación para la pantalla no logró su objetivo. A la pieza de Gorostiza se le agregaron prescindibles escenas filmadas en exteriores, personajes insubstanciales, un tema con saxofón que suena con las primeras imágenes - de altos edificios grises -, que parece decir: "Esta es una amarga historia más de la gran ciudad", y no tiene que ver con la pieza teatral, con un componente cómico muy importante. También la película de Orgambide hace gala de algunas “audacias" vanguardistas o expresionistas que no estaban en la pieza original y la debilitan. El resultado fue un híbrido formado por dos partes que nunca se fundieron. La pieza de Gorostiza, valiosa, con dos grandes personajes y una situación dramático-cómica muy interesante (insito sobre el valor de lo cómico), por una parte, que es lo que justifica hoy en día mirar la película, y los agregados “cinematográficos” que se deben sobrellevar a la fuerza. Entonces, uno podría decir que la película “El acompañamiento” es el recuerdo perfecto del talento de Carlos Carella porque el brillo de su personaje en el largometraje no depende ni recibe ayuda de la película. Se apoya en lo que sobrevivió del texto de Gorostiza, en el buen trabajo de Franklin Caicedo, y principalmente en el propio Carella. Por eso es un recuerdo perfecto de su gran talento. Casi una prueba científica incuestionable. Los agregados que la pieza de teatro sufrió, ese salvavidas de plomo que le pusieron, no lo pudieron hundir. De haber sido una gran película, su talento individual tal vez no hubiera quedado tan de relieve. Así, “El acompañamiento”, de Carlos Orgambide, es un documento que muestra lo que pudo ese gran actor. De todos modos el cine brindó algo, y hay que darle las gracias. No sólo por lo más obvio, la perdurabilidad de esa enorme interpretación, que hoy podemos ver cien veces si queremos. También porque, de no ser por la película, de haber contado solo las funciónes de teatro para conocerlo y recordarlo, uno se hubiera perdido los primeros planos, los acercamientos, los detalles de la actuación de dos grandes actores que sólo la cámara puede mostrar. La distancia fija, a veces remota, del teatro, resalta el texto y las voces, en detrimento de lo visual, y de que el espectador pueda meterse físicamente dentro de la acción.
El argumento
Tuco trabaja en una fábrica metalúrgica. Durante muchos años realizó un trabajo repetitivo. Mover continuamente una palanca de una máquina, páfete-púfete, al estilo de Carlitos Chaplin en “Tiempos Modernos”. De joven quiso ser cantor de tangos, pero no le fue bien. La única vez que se presentó, según él, le falló el acompañamiento. Ahora tiene más de 60 años, está por jubilarse, y está desencantado de la vida. Y un conocido del barrio, de mala entraña, el Mingo (Alberto Busaid) se burla de él, trayendo del pasado y alentando su frustrado sueño. Exagera sus condiciones de cantante, le prohíbe el cigarrillo, le promete un contrato en la radio y mandarle, para que lo acompañen, dos guitarristas, como los de Gardel. Y Tuco le cree. Un domingo, en medio del almuerzo familiar, les dice a todos: “Les aviso, que vuelvo a cantar”. La familia queda pasmada. A partir de allí no va más a la fábrica. Se encierra en un altillo para dedicarse exclusivamente a ensayar, a escuchar todo el día y toda la noche a Carlos Gardel cantar el tango “Viejo smoking”, y hacerse gárgaras de huevo para cuidar la garganta, mientras espera que el bromista pesado le envíe las guitarras (el acompañamiento). Busca un seudónimo artístico. Se presentará como Carlos Bolívar. Su mujer (María Rosa Gallo), preocupada por su salud mental, va a buscar a su amigo Sebastián para que le hable y lo convenza de volver a la normalidad. Sebastián lo intenta. Pero terminará absorbido en la generosa locura y el sueño beatífico de Tuco, que también tiene un lugar para él. Gorostiza escribe esta historia con humor.
El acompañamiento
Carlos Carella
Franklin Caicedo
Haydeé Padilla
María Rosa Gallo
Ana María Giunta
Alberto Busaid
Oscar Viale
Enrique Liporace
Mónica Scaparone
Dirección: Carlos Orgambide
Guión: Carlos Orgambide y Bernardo Roitman sobre la obra teatral de Carlos Gorostiza