martes, 31 de marzo de 1970

Los muchachos de antes no usaban gomina (1937) por Manuel Romero


El 31 de marzo de 1937, Los muchachos de antes no usaban gomina de Manuel Romero es estrenada en el cine Monumental, “la Catedral del cine criollo”.

Antes de ser una película, Los muchachos de antes no usaban gomina fue una obra de teatro de los autores Manuel Romero y Mario Bernard. La primera edición teatral data de 1926 (diez años antes de la versión fílmica) y estaba dirigida por los autores e interpretada por Romero y otras figuras. El texto tiene, por un lado, los componentes míticos del Buenos Aires tanguero y, por otro, la inclusión de un personaje que ya tenía historia en la literatura y las artes, la rubia Mireya. Al inscribirse en la forma del melodrama, se vuelve un texto sumamente pregnante en el público y, finalmente, un clásico. Es por eso que sus reposiciones en teatro siguen muchos años después, como así la revisión de su versión cinematográfica.

Dice Domingo Di Núbila sobre Los muchachos...:
LOS MUCHACHOS DE ANTES NO USABAN GOMINA significa un noble esfuerzo en materia de escenificación. La reproducción de la calle Florida tal cual era en 1906; la cuidada fidelidad de los interiores y la reconstrucción correcta del entonces popular cabaret de Hansen, son un remarcable aporte a la corriente renovadora de nuestro cine. Sobre todo porque el espíritu porteño de la época, traducido en giros o expresiones populares, en alusiones a acontecimientos de entonces, en detalles de vestuario calcados con esmero y en muchos otros aspectos de índole semejante, está reflejado con una veracidad que entusiasma a los que lo conocieron y permite saborearlo con pintoresca, y hasta con burlona fruición, a los de la actual generación.

Dice, sobre ROMERO, Di Núbila:
Durante esos mismos años (a partir de 1936, con la aparición del sonido) Manuel Romero surgió como prolífico creador de cine popular. Fue uno de los cineastas que mejor captó las pasiones y debilidades argentinas. Absorbió las técnicas narrativas de Hollywood y, urgido por los compromisos de producción de Lumiton, trabajó demasiado y demasiado rápido, perjudicando así sus propios aciertos en la comedia y el drama. Detengámonos aquí para puntualizar que Romero fue un cineasta clarividente y áspero que supo vincular nuestras películas con la sensibilidad popular y despertar con ellas el interés de enormes multitudes. Sus contemporáneos tendieron a escarnecerlo por sus defectos más que a estudiar constructivamente sus aportes. Se lo estigmatizó con vitrólicos adjetivos –populachero, ramplón, exitista, desaprensivo, basto- y se negó validez a lo que, dentro de su obra, tocó el corazón del pueblo.

Opina, como ejemplo de lo primera línea, Di Núbila:
"FLORENCIO PARRAVICINI, debutante en la pantalla hablada, se comporta de acuerdo a sus antecedentes teatrales, Es el cómico de recursos vastos, que domina los resortes capaces de doblegar la seriedad del público y que se amolda comprensivamente a las exigencias de su papel. Impedido, con muy buen criterio, de recurrir a sus personales libertades escénicas, PARRAVICINI logró un personaje festivo, sobrio y de eficacia reidera. Florencio Parravicini también llegó al cine sonoro vía Los muchachos de antes no usaban gomina. No era, físicamente, el actor ideal para papel, pero sí lo era por su personalidad. Romero corrió el riesgo de aquella desventaja y este fue otro de los aspectos del film en que el factor anímico se impuso al formal."
En la versión de 1936 la nostalgia aparece ligada a la bohemia y al tango, en fin, al mundo del personaje El Mocho de Parravicini.

La historia del niño bien, SANTIAGO ARRIETA:
Alberto Rosales, joven hijo mayor de una familia acaudalada del Buenos Aires de comienzos del siglo XX, estudia abogacía y está comprometido con Camila, muchacha de su misma clase social. No obstante, gusta de andar en bailes tangueros y lugares impropios para su status, acompañado de su “amigote” Mocho. Allí conoce a Mireya y se enamora. Viven un romance, pero su familia le niega la aprobación y él mismo se da cuenta de que no puede aceptar completamente a Mireya, por su pasado. Siente que todo hombre que se cruza “alguna vez fue su amante” y no lo soporta. Cumple, entonces, el mandato paterno, reencauzándose por el buen camino y desposando a Camila, teniendo dos hijos, convirtiéndose en un abogado exitoso. Añorará, por el resto de sus días, a aquella mujer que nada tenía que ver con su vida, pero que le dio algunos momentos de amor.
Personaje indeciso, cobarde e incapaz de aceptar su propio deseo, resulta difícil conseguir la empatía con él. Será por eso, entonces, que si bien su papel es protagónico, el acento en ninguna de las dos versiones está puesto en él. La historia que conmueve es la de Mireya y el que divierte es Mocho, siempre con la palabra justa. Pareciera que, en algún punto, su historia sirve para mostrar la de los demás.
En la versión de Romero, lo interpreta Santiago Arrieta, un actor uruguayo que tiene treinta y nueve años al momento de rodarla. Resulta opacado por su compañero, Florencio Parravicini, que a esa altura tiene mucho más oficio –además de un personaje ya construido- y se nota. 

MECHA ORTIZ (36 años), según Ricardo Manetti, fue estrella permanente para los directores Romero, Mugica y Christensen. Refiere el mismo autor que fue Parravicini quien la recomendó a Romero para el personaje de la rubia Mireya, siendo éste su debut en la pantalla grande. Di Núbila reconoce ampliamente su actuación en el film: “(...) una grata sorpresa: MECHA ORTIZ. Con una noción de la medida realmente extraña y con una sobriedad de medios envidiable en más de una actriz extranjera, va dibujando su personaje. Un personaje de potente fuerza interior, difícil de interpretar y propenso a caer en la nota melodramática o peligrosamente escabrosa. MECHA ORTIZ puede considerarse una revelación más del cine nacional.”
De hecho, tal fue el calado de Mecha Ortiz en la interpretación de este personaje, que sería ella quien once años después, en 1948, protagonizara la película de Romero que se ocupa específicamente de este personaje: La rubia Mireya. Se modifica, sin embargo, Mireya y cambia el contexto del film, en aquel entonces, en pleno peronismo. La rubia es una burguesa que canta La Marsellesa para festejar el final de la guerra; una patota la ataca, pero Alberto y amigos la rescatan. Bailando en el Armemonville, Alberto vaticina: “Algún día escribirán un tango para usted, Mireya”.

“TIEMPOS VIEJOS”, el tango que interpreta Del Carril en la de Romero condensa el sentido del film en aquella. Es cierto lo que señala Di Núbila, al decir que es una película que “cabe en la letra de una canción”. La presencia del tango en 1937 es fundamental y tiene que ver con el universo del público al cual va dirigido el film.

Las tablas le hicieron fuerza a la motosierra

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